lunes, 12 de mayo de 2008

Feliz cumpleaños.

La complejidad en la desenvoltura de un chocolate está directamente relacionada con la distancia temporal y nunca con la espacial.
Nació el doce, pero lo anotaron el trece, pero lo festeja el doce. Cumple ochentayocho pero el calendario que le regalaron en la farmacia es de dos años atrás; además se guardaron las velitas del año pasado, desapareció el ocho, así que en la torta dice que cumple siete, encienden varias veces la misma velita, pero desiste a una cruel competencia con el viento, le piden que pida tres deseos, pero dice uno, y del resto ni se acuerda, le recomiendan que elija tres veces el mismo, se olvida que ya había pedido el primero y termina pidiendo cuatro deseos idénticos, brinda con ninguna copa, fatigaría abrazar un vaso servido.
La bicicleta esa oxidada, con el manubrio torcido, con los broches metálicos para que no se le enganche el pantalón con la cadena, con el portaequipaje en el que antes entraba, con las manoplas verdes, que no querían que la use, que se entristecieron cuando la dejo de usar, que ahora le suplican que vuelva a usarla.
La predilección por su sobrino, el que es un lince, el que le corta el pelo, el que poda los árboles y el que le cortaría los brazos si volvieran a crecerle.
El miedo a meter la cabeza abajo del agua, no aprendió a respirar ahí, no encontró a nadie que le enseñe.
La contemplación incansable del mar, los mitos del portugués (el de las ojotas rojas, el que se le ven los pies como con tierra, el que vive cerca del mar) y de las raíces de la higuera que curan las heridas del azúcar.
El misterio del pasadorcito de la puerta de madera, el último misterio genuino.
La plantación de radicheta en lo del rubio, donde se me iba la pelota, donde nadie la pinchaba.
El odio intenso al vasco, que le ponía la basura en la puerta, que me cruzaba las piernas en la vereda para que no pase con la bicicleta, que lloró por el a pesar de todo alguna vez.
La pasión por los autos (más allá de cualquier modelo) que tienen arriba de la puerta para tenerse, y ¡que bueno que es tener para tenerse!.
Su progresivo afecto hacía mi mascota, el paso del “salí boba” al “vení chiquita”.
Léeme el horóscopo, y qué dice el tuyo.
Ir a cobrarle a Ponce, ¡con lo difícil que es que pague Ponce!.
El galpón eterno, que le seguirá perteneciendo mientras se siga sentando en el escaloncito de la casa de al lado.

1 comentario:

Zapato dijo...

y esto explica por qué te amo tanto...