domingo, 27 de abril de 2008
El momento en el que González tuvo algo para decir y solo atinó a parpadear.
Está encubando una enfermedad, habla lento, con la voz más grave. Quizá no durmió, se quedó hasta muy tarde construyendo esa red contenedora del fin del mundo. Su tercer ojo (perpendicular a los otros dos) descansó y eso es lo que lo mantiene vivo. Eso y el contemplar de esos pájaros que adquieren la virtud vegetal del florecer sin perder su fisonomía, vuelan, rozan la tierra y se entierran. Descubro que mis dibujos primitivos develan mi esencia fragmentaria que uno con un hilo de baba. Ella antes le temía a dios, a sus acciones, pero ya no porque tiene una compuerta secreta en donde puede esconder mucho más que un lápiz. ¿Cómo escribir a dios? . Siempre llevo conmigo un pedacito de cuadro cubista. El guerrero (que sabe de experiencias alocadas) muestra una cierta predilección por la letra Y. El tipo que odio escribe en mi hoja comentarios políticamente correctos. Una campera olvidada por una borrachera. Una hoja que no quise esconder de la lluvia. Una instrucción incompleta: “tomar un trozo de papel…”. Una dirección que no le pertenece a ninguna casa.
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