Los insultos impulsan a una caminata nocturna, magnificada por el marco de la ventana que el vecino se encargó de convertir en cosa residual (antes se deshizo del vidrio, triturándolo y desparramando los pedacitos por encima de la pared para que nadie entre a robarle la cortadora de pasto).
Pasar primero la mano a través del marco, comprobando la dimensionalidad y la carencia de electricidad, y después el cuerpo, comprobando la posibilidad de que el cuerpo pase por el marco.
La novia olvidó las flores en el suelo, todavía guardan un poco de olor, unas cuadras más adelante, los pétalos serán victimas de un falso ataque de furia.
La casa esa, del timbre floreado, tiene la dirección borrada, pero se sabe que ahí había tres números. Al lado, un asiento está preparado para que el niño contemple su hogar desde afuera.
Planteamos con mi acompañante la posibilidad de la existencia de un arcoiris nocturno. Nos reímos del patético intento de los faroles por responder nuestra pregunta.
Juntos cantamos porque conocemos la letra, no lo haríamos si supiéramos como nos mira el hombre de pelito para el costado. No lo hacemos más, y el falso ataque de furia, y los pétalos resignados ahí en el suelo, nos sirven para simular la locura, que el del pelito no nos mire más, y poder seguir cantando.
One, two, three… if you close the door....
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