Las experimentaciones con el sueño lúcido no contemplan la espacialidad de la futura vigilia. Así, experimentando el sueño lúcido, conciente de las actividades onironautas como si se tratara del automovilismo o de una caminata en un parque con finalidades de una vida sana o de seguimiento, al pie de la letra, de las instrucciones de un médico imaginario y genérico, me doy cuenta de la inexistencia e incapacidad de la doble conciencia.
Existo como soñador, “ya se que estoy soñando”, pero una vez que ese sueño se hace conciente, la conciencia de la vigilia se esfuma y a la par de que el sueño termina, el despertar se vuelve enigmático.
sábado, 27 de septiembre de 2008
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