lunes, 17 de noviembre de 2008

La novena persona.

Los relatos en novena persona, siempre en novena, yo, tú, el, nosotros, vosotros, ellos, aquellos, los innombrables, y la novena persona: el que canta cuando está solo.
¿Cómo lo sabemos? Realmente no lo sabemos, solamente lo intuimos como uno puede intuir que el sándwich de milanesa que está hace como doce horas en el sol nos puede dar una patada al hígado, que nos van a empatar en el ultimo minuto o que la chica esa lo va a lastimar a González (y cuando digo que lo va lastimar, lo digo por las uñas largas y no por otra cosa, por lo demás serán felices y comerán tostadas).
Ponerse en el lugar del que canta cuando está solo, requiere eso, estar solo, y aprender un par de canciones, aunque si uno quiere hacer una carrera como literato poniéndose en el lugar del que canta cuando está solo tiene la responsabilidad de aprenderse más de un par de canciones para que no digan que uno anda pareciéndose a sí mismo, cosa que sería completamente inadmisible e inhumana.
Se de personas que están empeñadas en acompañar a esa novena persona, en darle la mano y no soltársela jamás, pero no alcanza con darle la mano, para acompañarlo realmente deben invadir sus sueños librándose de todo antropomorfismo y acercándose lo más posible a la forma de una sanguijuela o a la de una ardilla que odie las avellanas.

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