lunes, 27 de abril de 2009

“(…) Aquella prostituta de buen aliento y de broma certera, en conjunción con el cocinero que le preparaba la milanesa especial y le cantaba los resultados de la decimoséptima, lo alejaron del pozo depresivo. Entendamos que cuando hablamos de pozo depresivo, hablamos de un verdadero pozo, hecho en la playa por una niña de nueve años, y también hablamos simultáneamente de un castillo depresivo, en este caso construido por un niño de sesenta y seis, que cuando González se acercó a preguntarle si había peces espada en ese momento pensando en él, respondió: “solo somos niños más viejos, que nos agitamos ante la cercanía de la hora de dormir”, luego de responderle lo miró fijamente a los ojos, demolió el castillo, y se fue silbando una canción que reconocía por su difunta maestra de jardín que solía cantarla en las tardes de otoño ante el llanto de sus compañeritos (…)”

1 comentario:

el asistente Barriga dijo...

Lewis Carroll a través del espejo