sábado, 27 de junio de 2009

Edificio

Mudarse a un edificio después de todo no está tan mal, al principio creí que iba a extrañar horrores la vieja casita de naipes de cemento, pero ya no tenía sentido estar ahí, había llegado un momento en el que la casa nos había tomado a nosotros, cada una de sus partes tenía algo de hipnótico, la cama no era solamente la cama y el vértigo de la falsa caída, era una especie de mundo paralelo habitado por mí, los mosquitos, el espiral que amablemente me encendía Ramiro, y los monstruos expresionistas-estáticos del techo de algarrobo. De Ramiro no voy a decir más que, era mi amigo, que un día se fue a averiguar cuanto salía pileta libre para empezar natación, que desde ese día no volvió, y que me manda todas las semanas alguna plantita, cosa que me hace sospechar de que empezó a trabajar en un vivero para poder pagarse pileta libre, lo malo es que acá en el edificio las plantitas se mueren, y algo más malo todavía es que no tengo quien me prenda los espirales.
Estoy en un decimocuarto piso, me hice bastante amigo del portero que es un ex jugador del ascenso, se la pasa contándome de la dupla tremenda que hacía con “el aguardiente” Morales, y como ritual a las tres de la tarde cuando vuelvo del trabajo, me muestra la cicatriz de la operación que tuvo en su momento de gloria, yo creo que con eso me quiere decir que tengo que disfrutar el presente, pero no se anima a darme un consejo porque el mismo no lo cree, sabe que me estaría mintiendo, que la acción es recuerdo, que no hay nada más lindo que la chilena que tiró y pasó por arriba del travesaño.
Pero, como te decía, vivir en un edificio después de todo no está tan mal, es decir, sí, es una porquería, escucho los ruidos del tipo del piso de arriba que cambia los muebles de lugar cada dos minutos por las variaciones energéticas del Feng Shui, si pongo White Light/White Heat de la Velvet tengo la puta del piso de abajo quejándose porque le espanto los clientes, no puedo tener un perrito porque está terminantemente prohibido tener perritos, me tengo que bancar las reuniones de consorcio con la gente quejándose por las veces que me encontró durmiendo en el ascensor y toda la bola, pero hay algo que lo justifica todo, un descubrimiento que le da sentido a mi vida como habitante de un edificio: el portero eléctrico. Al principio levantaba el tubo y empezaba a hablar tímidamente, como si estuviera dejándole un mensaje a una ex novia en el contestador, en otro momento se me daba por contar chistes xenófobos o hacer predicciones apocalípticas, en otro pensaba que me podía volver a encontrar con Ramiro y contaba anécdotas de cuando vivíamos juntos por si el pasaba justo por ahí caminando, en otro leía manifiestos del teatro sintético futurista en italiano, en otro relataba partidos de fútbol imaginarios, pero hoy lo que más me divierte es leer poemas de Girondo a las nueve de la noche y pensar que me estás escuchando, con la esperanza de que subas y me saques esa tristeza parecida a la del par de medias tirado en el rincón.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Descabelladamente sensible y poético como la gambeta frente al arquero... que lo esperaste (como hacen los grandes) y esperaste al defensor que venia como un tren bala y pasó como un estornudo y recién ahí le pegaste al arco. Gracias "Mágico" por hacerme recordar que tengo que volver a leer los poemas de Girondo.

El Misil Soviético.

Marqués de Monferrat. dijo...

1) “…yo creo que con eso me quiere decir que tengo que disfrutar el presente, pero no se anima a darme un consejo porque el mismo no lo cree, sabe que me estaría mintiendo, que la acción es recuerdo, que no hay nada más lindo que la chilena que tiró y pasó por arriba del travesaño…”

Mil loas sinceras al Mágico. Festejo, como campeonato, su ojo. Porque eso que dice es producto de cómo ve, porque eso de lo que habla es hijo de lo que mira. Es verdad que quizás no mira formalmente con los ojos, como hacemos todos… pero algún tipo de globo ocular está utilizando; quizás uno finito, transparente y oculto que lleva escondido debajo del sobretodo de piel y huesos que arrastra desde que nació.
De todos modos no me preocupa mucho el cómo, me es suficiente con saber que esto está escrito, esta dicho.
Festejo de verdad. Me alegro, a la vez de que un jugo sin ningún tipo de azúcar me recorre las venas y me hace chisporrotear los dientes en señal de que algo han dicho que uno necesitaba escuchar.

Saludos desde mi primer piso en ningún lugar.

2) “…y pensar que me estás escuchando, con la esperanza de que subas y me saques esa tristeza parecida a la del par de medias tirado en el rincón…”