viernes, 24 de octubre de 2008

El otro día.

La flor disecada simula la huella de un tigre con problemas congénitos, que en cada pata solo tiene tres garras, y cuya huella es como la de cualquier otro animal de tres dedos, es decir, como la de ningún otro animal.
Siempre es agradable seguir la huella de una flor disecada, que en este caso me conduce a los talones de un viejito que ya casi ni camina y arruina cualquier tipo de ilusión de eterno perseguidor.
El juego está maldito, 35685 (número de garras improbable), un vendedor de billetes infiel, el número de garras improbable como ganador, y las manos agarrándose la cabeza como un gesto congelado hasta hoy.
El alérgico a los cigarrillos de chocolate molió las botellas de vino de trece pesos (siempre el vino de doce pesos para arriba), colocó los vidrios encima de la pared para que nadie se acerque a sus pertenencias, el abrazador saltó por encima de la pared, los vidrios abrieron una profunda herida en el abrazador que sin embargo llegó al alérgico a los cigarrillos de chocolate, lo abrazó, y murió desangrado en sus brazos.
Las cosas que pasan el otro día siempre me resultan absolutamente trascendentales.
El otro día resulta que, la eternidad.

No hay comentarios: